El gusto no lo es todo

El mecanismo de transmisión del kuru era especialmente horrible: los indígenas de Nueva Guinea eran caníbales. Practicaban una suerte de ritual fúnebre antropofágico hacia sus seres queridos, y ello era el motivo de que los brotes de la enfermedad se produjeran entre individuos pertenecientes a una misma familia. La monstruosa incidencia entre las mujeres se debía a que ellas eran las encargadas tradicionales de desmembrar el cadáver del pariente y de prepararlo para su ingestión ritual. Al morir un ser querido, las mujeres quitaban al cadáver los brazos y los pies, separaban la carne de los huesos, quitaban los sesos del cráneo y abrían el tórax y el abdomen para retirar los órganos internos. Luego, repartían entre los familiares la carne (y especialmente el cerebro, con el que preparaban una especie de sopa) como alimento. Otro médico que investigó el kuru en los años 60 y 70, Lindenbaum, afirma que los muertos por causa del kuru eran más apreciados para comer en estas fiestas religiosas, porque su grasa corporal tenía el sabor de la del cerdo, siempre y cuando la víctima hubiese muerto rápidamente —lo cual, como hemos dicho, era casi siempre el caso—. Esta grasa de "cerdo largo" muerto de kuru era repartida entre las mujeres que manipulaban el cuerpo, sus niños pequeños y sus padres y ancianos. Aquí tenemos la apariencia "hereditaria" perfectamente explicada.

Fuente: http://axxon.com.ar/rev/149/c-149Divulgacion.htm